El producto fitosanitario o plaguicida se
define, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) como aquella sustancia
o mezcla de sustancias destinadas a prevenir la acción de, o destruir
directamente, insectos (insecticidas), ácaros (acaricidas), moluscos (molusquicidas),
roedores (rodenticidas), hongos (fungicidas), malas hierbas (herbicidas),
bacterias (antibióticos y bactericidas) y otras formas de vida animal o vegetal
perjudiciales para la salud pública y también para la agricultura (es decir,
considerados como plagas y por tanto susceptibles de ser combatidos con
plaguicidas); durante la producción, almacenamiento, transporte, distribución y
elaboración de productos agrícolas y sus derivados. Entre los productos
fitosanitarios se incluyen también los defoliantes, desecantes, coadyuvantes y
las sustancias reguladoras del crecimiento vegetal o fitorreguladores.
Aquellas plantas que interfieren con
la actividad humana en las áreas cultivadas o no cultivadas son consideradas
malezas. Las malezas compiten con los cultivos por los nutrientes del suelo, el
agua y la luz; hospedan insectos y patógenos dañinos a las plantas de los
cultivos y sus exudados de raíces y/o filtraciones de las hojas pueden ser
tóxicos para las plantas cultivadas. Las malezas además interfieren con la
cosecha del cultivo e incrementan los costos de tales operaciones. Además, en
la cosecha, las semillas de las malezas pueden contaminar la producción. Por lo
tanto, la presencia de malezas en las áreas de cultivo reduce la eficiencia de
los insumos tales como el fertilizante y el agua de riego, fortalecen la
densidad de otros organismos y plagas y, finalmente, reducen severamente el
rendimiento y calidad del cultivo.
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